PETER GOODFELLOW (A PRIVATE COSMOS)

-APARICIÓN EN NEW-YORK-


Los Estados Unidos de Norte América, es un país que tiene de todo. Bueno, de casi todo. En el hay héroes de la más variopinta condición, mitos de las más diversas simbolizaciones.

Los Estados Unidos de Norte América, es un país joven no llega a los doscientos años de edad.

Son los Estados Unidos un país muy grande, su correspondencia con otros países es como si comparásemos a un elefante con los demás animales que habitan la tierra. Es cierto que el mayor de los animales es la ballena, pero este mamífero es caso aparte y no sirve de comparación con los Estados Unidos, porque la ballena es un mamífero totalmente inofensivo.

Los Estados Unidos a pesar de ser un país elefante, aun no tiene la longevidad de uno de ellos, por esa misma razón, por ser joven, le faltaba en su juvenil desarrollo todavía algo que consiguió el pasado miércoles día 21 de julio de 1988.

Los Estados Unidos de Norte América no tenían Santo ni Santa autóctonos.

Los ideólogos de la Casa Blanca, los científicos de las universidades y sociólogos de diarios, fracasaban una y otra vez en sus intentos de búsqueda y captura, vivo o muerto, de alguien a quien pudiesen llamar Santo e iniciar así un santoral que fuese orgullo yanqui.

Los banqueros sugirieron la compra; los políticos el alquiler; los militares la conquista de algún santo en algún país extranjero, la policía la apropiación, los científicos la fabricación sintética, los sociólogos, los periodistas y cineastas de fabricarlo individualmente.

Pero todos los intentos fracasaban una y otra vez como aquél creyente de vida poco virtuosa que imitando a Cristo quería cruzar andando sobre las aguas de la bahía de San Francisco, ni que decir tiene que siempre se hundía, y como no sabía nadar, sus familiares lo rescataban, con sus ropas empapadas y al borde de la asfixia. Sus intentos acabaron, cuando en uno de sus intentos no había ningún familiar con él, y se ahogó.

La audacia, el atrevimiento y la técnica Estadounidense, impotente nada sabía que hacer.

Crear a Miki-Mouse, al pato Donald, a Tarzán, Batman, Superman, fue cosa sin dificultad alguna, como sin dificultad alguna, se había tenido al crear a Jessi James, Billy the Kid, Búfalo Bill, Lincon, Rin Tin Tin, Rambo, Elvis Presley. Tampo ofrecieron dificultad crear mártires, como los de Chicago ahorcando a siete obreros y más tarde los declararón mártires, o como a los anarquistas Sacco y Vanzetti, los pusieron en la silla eléctrica, unos años más tarde se reconoce que todo ha sido un error, y ya tienen dos mártires más. Pero fabricar un Santo, eso es otra cosa.

Ya desistían todos, y hasta el mismo pueblo perdía toda esperanza de tener santo patrón autóctono, cuando el hecho sucedido el miércoles 21 de julio, trajo la bendición y la alegría a Estados Unidos de Norteamerica, embargado a todo el país de plena felicidad.

Esa mañana, los habitantes de New-York se levantaron como todos los días, muy de mañana, dispuestos a ir a la bolsa unos, otros a la oficina, otros a sus tiendas y hamburgueserías en las que trabajaban de dependientes, y los más a ir a la calle a no hacer nada.

Porque New-York es la ciudad de la libertad y en ella puede no hacerse nada.

El día era claro, resplandeciente, un sol redondo como una naranja y de color también naranja, lucía en lo alto dirigiendo sus rayos como la luz de los focos del Madison Square Garden son dirigidos hacia los artistas.

Sólo un hecho semejante había ocurrido mil años antes en Occidente, en España, cuando en Santiago de Compostela un objeto muy brillante no identificado y que la ignorancia de la época y sus desconocimientos de ciencia aérea, identificaron con una estrella, se paraba en un monte en el que se encontró el sepulcro de Santiago Apóstol, discípulo de Jesús el Nazareno.

La voz corrió mucho más rápido que la pólvora, a través de las ondas radiofónicas se transmitió por los aires, y los numerosos canales de televisión transmitieron la noticia con imágenes a la velocidad de trescientos mil kilómetros por segundo. La noticia penetró en todos los hogares, donde había radio y televisión, es decir en todos, absolutamente en todos, porque un hogar que no tenga radio ni televisión, eso no es un hogar, es cualquier otra cosa menos un hogar.

Las gentes abandonaron sus trabajos y sus domicilios dirigiéndose al lugar indicado, por las prisas no se respetaban indicaciones de circulación, produciéndose accidentes, atropellos, atascos y embotellamientos.

En una palabra, el caos, el histerismo, la catarsis colectivas. El suceso fue un millón de veces más agitado que el crak del año 29.

¿Qué sucedía? Que ante el rascacielos Empire State Bulding de New-York, se hallaba una mujer de bondadoso rostro americano, en éxtasis. Se encontraba de rodillas, inmóvil durante horas, tan sólo asentía de vez en cuando con la cabeza, como si escuchase el mensaje alguien invisible, movía también los párpados con un deje cinematográfico que recordaba a Mary-Piford, aunque hubo algún mal intencionado, que achacó este parpadeo no al éxtasis, sino a los flash de las cámaras de los fotogramas de prensa, que a pesar de ser un día luminoso los utilizaban, porque según ellos, su imagen se produciría con una aureola lumínica.

La mujer permaneció así hasta pasada la media tarde. El sol seguía redondo como una naranja y su color naranja no había disminuido de intensidad. Todo aquello era más que inexplicable, aquello era más que maravilloso, más que estupendo, más que único, más que irrepetible, más que apoteósico, más que impresionante, aquello era, era… aquello era una aparición, un milagro.

Tan pronto se nombró la palabra milagro, los habitantes de New-York, se postraron de rodillas entonando el tedem y el mea culpa, cayendo en un paroxismo colectivo, paroxismo que se extendió por todo el país, incluso en el congreso realizaron ese día, la sesión de rodillas.

Pasada la media tarde, el sol desapareció de golpe y en su lugar surgió la luna, una luna normal y corriente, una luna cotidiana y habitual, como la que conocía todo norte América, sobre todo después de haber estado en ella Amstrong y su nave espacial el Apolo XI.

Con la luna surgieron también las luces de la ciudad con toda su ámplia gama de colores. La estatua de la libertad no quiso ser menos y encendió su lítica llama con un fuego que no quemaba alumbrando no sabiendo qué ni a quién con una luz indefinida.

La mujer en ese momento y como volviendo en sí, se puso de pié, pasó su mirada inocente y un tanto extraviada sobre los 290 millones de Estadounidenses y dijo: “Se me ha aparecido la Virgen, me ha confiado un mensaje que debo comunicar, la Virgen me ha dicho que la totalidad del mensaje no podrá conocerse hasta pasados 50 años, no obstante se me permite deciros, que la Virgen está contenta y satisfecha de vosotros, que vais por el buen camino, que debéis ver el futuro con esperanza, que sois la primera nación de la tierra, que no escatiméis esfuerzo alguno en seguir siéndolo, porque de no ser así, seríais la segunda, la tercera o la cuarta.

Yo debo por mi parte, ingresar hoy mismo en un convento, adoptar el nombre de Lucía y prepararme para mi muerte que muy pronto sucederá.

Las palabras de la mujer se transmitieron instantáneamente por radio y televisión hasta los más recónditos y alejados lugares del país.

La mujer ingresó en un convento, adoptó el alias religioso de Lucía, redactó su mensaje con la condición de que no fuese abierto hasta pasados 50 años y se puso a esperar la muerte. Lucía gozaba de buena salud, dormía bien, comía bien, y no padecía enfermedad alguna. Transcurrió un mes, dos meses, tres meses, medio año y Lucía no era visitada por la muerte. Ella misma comenzó a impacientarse, hasta que un día poco después de haber desayunado se la encontró en el jardín exánime. Su cuerpo fue declarado sagrado, no realizándose por tal motivo autopsia alguna, por considerarla ofensiva en un cuerpo sagrado.

Ese mismo día Lucía fue declarada Santa unánimemente por el congreso, y por todos los habitantes de la nación, sin excepción de sexo, edad, color, raza o condición social.

Ese mismo día Estados Unidos de Norte América tenía lo que tanto anhelaba, una Santa.

Santa Lucía de New-York, permanecida en éxtasis el 21 de julio de 1998 ante el rascacielos Empire State Bulding.

-PUNTO CERO DEL SONIDO-

El capitán Robert Richet de ascendencida francesa, físico e ingeniero de telecomunicaciones de la armada de Estados Unidos, se había pasado los últimos quince años investigando sobre el punto cero del sonido.

El ruido, según su teoría, no era más que una concepción o prejuicio social del sonido.

La física para el capitán tenía grandes lagunas que retrasaban sus investigaciones, dejando mucho que desear los avances científicos, para obtener conclusiones definitivas en su proyecto.

En él se unían la paciencia del científico y la metódica disciplina del ingeniero, lentamente iba superando obstáculo tras obstáculo y año tras año fue dando forma y fondo a sus estudios.

Con cálculos meticulosos de alta matemática, obtenidos muchas veces de abstracciones filosóficas, decidió una hermosa tarde de invierno llevar a la práctica toda esa teoría.

Construyó un amplificador de gran potencia, mando fabricar en exclusiva para él, cascos-auriculares especiales y adaptadas para la cantidad de watios.

El amplificador tenía una serie de circuitos impares modificados unido el aparato a otros aparatos de precisión sutil, que le llevó varios meses de construcción.

La teoría del capitán consistía de una manera simplificada, en lo siguiente. Si un sonido es mínimo, el oído no lo capta conscientemente, si es normal lo capta conscientemente, si es máximo no lo capta en ninguno de los aspectos conscientes e inconscientes y además daña el cerebro. Dividiendo esta diferencia en puntos, se encuentra el punto cero, perfecto equilibrio de lo máximo y lo mínimo. O mejor dicho, la máxima potencia conjuntamente emitida con la mínima potencia.

Cuando todo estuvo a punto, marcó un día para realizar el experimento sobre el mismo. Los tres últimos días los paso revisando la exactitud de los cálculos, ayudado esta vez por una terminal de computadora militar. Hecho este paso, en orden y a punto los sofisticados aparatos electrónicos situándoles en lugares precisos. Cada mando, botón, tecla, había sido puesto y graduada con anterioridad evitando omisiones de última hora. Avanzada la madrugada abandonó el espacioso gabinete y bajó al piso inferior destinado a vivienda.

Durmió profundamente con un sueño reparador del que no se despertó hasta pasado el medio día. Ni siquiera interrumpió su sueño, cuando la encargada de la limpieza que venía a su casa tres veces a la semana, realizó sus quehaceres.

Se levantó ya pasado el medio día, tras comer una precocinada y típica comida americana, escucho jazz mientras saboreaba una taza de café.

Dos horas más tarde se dirigió al estudio, puso el alimentador en marcha y comenzaron a encenderse las luces de los diversos aparatos, se colocó los potentes auriculares y pulsó el botón de iniciar el proceso que le conduciría al punto cero del sonido.

Instantes después su cuerpo fue sacudido por un impulso gigantesco, su cabeza era reventada saltando al aire su masa encefálica gris, sanguinolenta junto con sus ojos.

Esa misma mañana, el niño de la señora encargada de la limpieza, que ese día había traído consigo, había variado algunas teclas de su posición en uno de los sofisticados aparatos.

-EL TENIENTE-

En una base de la OTAN, estando yo de suboficial sucedió una curiosa historia, historia que motivó por otra parte la renuncia a mi carrera militar.

En la compañía de soldados españoles había un teniente llamado José Cabezón, pertenecía al cuerpo de infantería. De mediana estatura, presuntuoso, fanfarrón y despótico con el soldado, mientras que con los oficiales tenía una subordinación extrema. En esto podría decirse que era un militar de manual.

Una gran pistola, la de mayor calibre reglamentario permitido, colgaba de su cinturón destacando sus proporciones con su corpulencia. Lo primero al verlo que destaca en él era el arma colgando del cinturón. Los demás militares llevábamos las de menor calibre que el reglamento militar permitía, esta elección era debido a lo incómodo del peso del arma, muchos de nosotros no portábamos arma alguna.

Un día, un soldado que llevaba un tiempo entristecido y deprimido por problemas amorosos, fue amenazado de manera humillante por el teniente cabezón, con arresto y prohibición de salida de la base durante una semana.

El soldado, ojeroso y con el rostro demacrado por sus padecimientos del mal de amores, le respondió con voz tranquila, que él estaba por encima de esas estupideces militares.

El teniente pasó de la amenaza a su realización incrementando el arresto a un mes. El soldado volvió a responderle que se encontraba por encima de esas estupideces militares.

Herido el teniente en su amor propio, herido en el baluarte en que amparaba su prestigio, que no era otro que el temor de sus subordinados, le ordenó permanecer en el calabozo durante todo el mes, y además a realizar todas las guardias nocturnas durante ese tiempo.

Quise intervenir y moderar la situación, pero por no mermar la autoridad del teniente, callé y de ello no paso un solo día del que no me arrepienta.

La voz del soldado volvió a oírse, pero esta vez era más grave, profunda y sus palabras emitían una extraña vibración.

-Le repito que estoy por encima de esas estupideces militares, también puedo asegurarle, siguió el soldado mirándolo fijamente, que allí a donde yo vaya usted vendrá conmigo.

El teniente fue sacudido como si una ráfaga de viento helado le hubiese golpeado la espalda, su rostro adquirió una expresión de temor que sembró de dudas su monolítica decisión.

Poco tiempo después el, soldado era conducido por la policía militar al calabozo, calabozo que abría sus puertas a las noches para que el soldado realizase la guardia.

La cuarta noche, estando yo de suboficial de guardia se escuchó una ráfaga de ametralladora, me dirigí al lugar de los disparos, encontrándome al soldado sin vida, junto a él el arma fusil con el que se había disparado.

Por la mañana el teniente cabezón fue puesto en antecedentes, una mueca de horror contrajo su rostro, permaneciendo todo el resto del día ensimismado. Esa misma noche era él quien ejercía de suboficial en el cuerpo de guardia.

A la mañana siguiente fui informado que el teniente cabezón se había disparado en la cabeza.

En el informe del oficial, las causas de ambas muertes fueron atribuidas a una inadecuada manipulación mientras realizaban la limpieza del arma.

-LAS PLANTAS-

La llegada a la ciudad de provincia fué tranquila y sin ajetreos. Las miradas de algunos habitantes de la pequeña población se fijaron en él. Un par de bolsas era todo su equipaje.

Hasta final de mes, tenía a su disposición la casa de unos amigos. Álvaro pensaba aislarse durante este tiempo y olvidar las tensiones de la ciudad. En lugar de proyectarse hacia el mundo, intentaría encauzarse hacia sí mismo, hacia su interior.

El automóvil penetró a través del pueblo y se paró ante una casa, con pequeño pero bien cuidado jardín.

Se instaló en la habitación que le pareció más acorde con su estado de ánimo, eligiendo como lugar de trabajo la sala. La sala decorada con muebles de madera y sillones de cuero, lo incitaban al trabajo, tranquilizaban su espíritu, la amplia galería con la luz que penetraba por sus numerosos cristales, le despejarían la mente durante el día. Al atardecer esta luz sería tamizada por las plantas que en ella había lo que incrementaría su imaginación. Como lugar de trabajo, la sala era perfecta.

Tras una ducha y cambiarse de ropa salió a inspeccionar el pueblo, un par de horas mas tarde estaba de regreso. Recogió una nota a él dirigida, se le encomendaba que regara las numerosas plantas de la galería.

Mañana lo haré, se dijo. Álvaro amaba la naturaleza, le atraía todo lo vivo. En su interior admiraba el poder de la naturaleza, admiraba su fuerza y su temple equilibrado. El mismo reconocía hacer un pequeño culto a la fuerza. No había animal al que despreciase, aunque sí había muchos que temiese. A los que más temía, eran los animales que con mayor respeto hablaba de ellos. Comentaba a menudo, es de naturalezas viles y cobardes hablar mal de quien se tiene miedo. Es de malos guerreros no admirar el poder del enemigo.

Sin embargo, para Álvaro las plantas no adquirían la grandeza de lo animal, le faltaba el mundo de las pasiones, de las emociones, eran incapaces según él, de sentir ternura, odio o afecto. Totalmente carentes de capacidades intelectivas, las plantas le parecían algo insulso, incluso mezquino.

Movido por estos pensamientos postergó regarlas, al día siguiente. Leyó durante un buen tiempo, en el tocadiscos fueron sonando Mozart, Chopin y Beethoven, excitado por las composiciones de estos músicos, compuso algunos sonetos ensalzando lo superior de los animales sobre lo vegetal. Proyectó en los sonetos su concepción de la naturaleza, descalificando al mundo vegetal sin reparo alguno, no le concedió ni una sola palabra amable.

Llegó hasta exclamar en voz alta ¡Sois estúpidas!, cogió el libro que había estado leyendo y se dirigió a la habitación.

Despertó Álvaro a media mañana, se vistió lentamente, -haciendo muchos movimientos innecesarios, repetidos y torpes, común a todo aquél que viaja poco, y siempre con el temor de que algo se le queda atrás.

Un buen paseo por el pueblo hizo que comiese con apetito en el mejor restaurante que le indicaron, y volvió a la casa. Leía acostado sobre el sofá de la sala, mientras en el tocadiscos, sonaban canciones de Leed, la digestión, la lectura y la música, abonaron el terreno para que el sueño avanzase sin obstáculos.

Despertó y para despejarse comenzó a regar las plantas, al tiempo pensaba: -vuestra presencia no tiene sentido en una casa, pero sea. ¡La casa no es mía!.

Habían transcurrido varios días, la calma, la tranquilidad del pueblo comenzaba a asfixiarle. quizás ello, había contribuido a que tomase fijación con las plantas.

Las observaba detenidamente, su pasividad lo exasperaban, lo incitaban a un sadismo destructor semiconsciente. Un deseo a duras penas reprimible le susurraba cortar con unas tijeras los tallos más esbeltos.

Comenzó a odiar las plantas, aquellas plantas, se habían interpuesto en su camino. Dos soluciones había: se iba de la casa, o las destruía. No había lugar ni opción a otra alternativa, tratar de ignorarlas era ya imposible, se habían convertido en una obsesión.

Decidió volver a la capital, Álvaro era animal de ciudad, el especimen típico del zoo humano, que gusta vivir de noche sintiéndose atraído por luces de neón, que gusta del ruido para sentirse acompañado, que necesita rodearse de gente para sentirse vivo.

El silencio y la soledad lo abrumaban, lo mejor era irse; mañana emprendería el regreso.

Entrada la noche estuvo realizando varios esquemas, sistematizando y ampliando por escrito varios pensamientos. Hizo café y se bebió un par de tazas, esto lo estimuló nuevamente. Se acostó en el sofá, abrió un libro y comenzó su lectura. Las horas pasaron sin sentirlas y el libro muy avanzado en su lectura quedó abierto sobre su pecho mientras dormía.

Durmió Álvaro profundamente pero intranquilo. Su cerebro era agitado por el abundante café que había consumido durante los últimos días, aunque su cuerpo lo asimilaba sufría en cierta medida los efectos. Recordó en su sueño imágenes de cuando era niño, de como jugando con su perro había destrozado el jardín de su casa, las flores fueron pisoteadas, las plantas arrolladas como si un viento huracanado hubiese dejado su huella. Vivió en sueños la severa paliza, tal vez excesiva que le propinó su madre, así como la solemne reprimenda de su padre. A Álvaro le quedarían grabadas las palabras de su padre, su mente quedó atormentada durante mucho tiempo.

Soñó situaciones de adolescente, de aquél plantón de casi dos horas de espera por una muchacha. De pié esperaba con un ramo de hermosos nardos. Con qué ilusión esperaba su llegada, la espera era larga, pero a él no le importaba esperar, tenía todo el tiempo del mundo. Era domingo con un sol resplandeciente, los nardos llamaban la atención de los transeúntes.

La muchacha llegó, su corazón latía con fuerza, una extraña sensación de frío se apoderó de su cuerpo. Ella tan sólo le dijo: Perdóname por hacerte esperar; además no deseo volver a verte.

Álvaro seguía durmiendo y soñando, las imágines transcurrían con increíble rapidez, las situaciones se confundían entremezclándose y transformándose en miles de composiciones diferentes.

Selvas exuberantes con vegetación infranqueable, las distintas gamas del verde le molestaba y excitaba, todo aquello era una muralla, se sentía aprisionado, tenía que salir, escapar, huir a cualquier precio. Todo aquello era monstruoso, las plantas se movían, cobraban vida, y formas vegetales que lo llenaban de espanto se le acercaban, extendían sus ramas hacia él, querían matarle, asesinarle, el terror era tal que sus músculos no le obedecían, no podía huir, los ojos estaban inyectados en sangre por la desesperación.

Despertó gritando, con el cuerpo bañado en sudor. Fue las plantas lo primero que sus ojos encontraron. Le pareció que habían cambiado de lugar, le pareció también que alguna se movía, se fijó con mayor atención, y comprobó aterrorizado que se movían, que se dirigían hacia él.

Se incorporó de un salto, tomó en sus manos el atizador de la chimenea arremetiendo contra las plantas, poseído de un frenesí violento que le agitaba todo el cuerpo destrozaba todo lo que estaba a su alcance. En pocos minutos no quedó con vida ni una sola planta ni un sólo tiesto que no fuese roto en múltiples pedazos. 

Álvaro empujado todavía por sus sueños, creyó que las plantas intentaban asesinarlo.

Las plantas, agradecidas a Álvaro por sus cuidados, habían extendido sus ramas en un vegetal intento de acariciarlo con sus hojas.

-UN CASO NO PREVISTO-

Hacia ya muchos años que los técnicos en relaciones, no encontraban un caso parecido. El hecho fue insólito, los técnicos no sabían como abordar ni corno emprender la investigación, su ciencia y sus conocimientos se hallaban impotentes. No conocían absolutamente nada sobre tales síntomas, no poseían información para el análisis de tales comportamientos, jamás habían oído comentario alguno de sus maestros y autoridades científicas sobre casos semejantes. Asimismo, en los archivos computados no había historia clínica que se le pareciese.

Recordaban los científicos más ancianos, relegados a la subsección de relaciones ociosas, haber tenido mención en sus años de estudio de algo con que podría relacionarse, pero era todo demasiado difuso, las menciones por otro lado se referían a la historia y a algo que se estudiaba o mas bien que se conocía como ficciones y que muchos años atrás se denominaba literatura. Palabra hoy carente de significado y destronada del vocabulario por inservible e inútil.

¿Cómo es que de mentes equilibradas en una sociedad perfecta podrían salir aberraciones semejantes?. Es algo que estaba en boca de los técnicos. Las mutaciones físicas tras los estudios del doctor Mackinter y del doctor Luxok habían desaparecido hacía trescientos años. ¿A qué se debía entonces? ¿estaba acaso previsto?. Todo hacía confluir a que nada estaba previsto, que surgió como un hecho fortuito, azaroso, esa respuesta era estúpida, el azar desapareció y se eliminó doscientos años después de los estudios de los doctores Mackinter y Luxok.

Una doble incógnita se cernía, primero un caso desconocido del que tan sólo se tenían referencias incompletas e incomprensibles, esto había sucedido en épocas pasadas. La segunda incógnita, ¿Porque sucedía ese hecho donde nunca había sucedido?. Esta incógnita era mas terrible y preocupante que la primera, ya que ponía en duda la perfección de la sociedad.

Antes de pasar a la parte descriptiva del caso en sus variados aspectos y mostrarles el comportamiento aberrante del Sujet -Desviacionista, si desean realizar alguna pregunta pulsen el Previ (pregunta visual), dijo el técnico que salía en la pantalla, siempre el mismo rostro que se dirigía en circuito especial para todas las universidades. Los que pulsaron el Previ obtuvieron su respuesta individual con imágenes por medio del electrodo lobular emplazado en el cerebro desde el momento de su nacimiento. De ahí que tras breve pausa, el técnico de la pantalla retomaba la palabra extendiéndose en su descripción en la fisiología, anatomía y composición bioquímica cerebral, así como localizaciones emocionales programadas, procesos irreversibles y conductismo reflejo.

Sintetizando la sintomatología observada en sus rasgos fundamentales, se produjo en un aumento de riego sanguíneo general y una vasodilatación concentrada en zonas peculiares del organismo, alteración y ruptura del sistema nervioso central con repercusiones en las zonas externas de la anatomía y aumento de sensibilidades localizadas en partes del cuerpo que corresponderían a seres vivos primarios.

Todo ello, fue comprobado, partiendo de las anormalidades que en el comportamiento habla desarrollado dicho Sujet. Seguidamente pasaré a una somera descripción de la ruptura de los hábitos de nuestro caso, el interés que ello reviste ahora, pasados trescientos años, es puramente histórico y casi anecdótico. Dicho caso había surgido en una ligera fisura de nuestra sociedad, que en aquél momento se creía perfecta, afirmación que hoy podemos garantizar.

Nuestra sociedad es perfecta, de ahí que nuestra máxima sea:
 
Todo lo que se desea existe.
Todo lo que se desea se obtiene.
 
Es decir, no se carece de nada ya que todo está previsto. Previsto está también que la descripción que seguirá no será comprensible para todo el alumnado, de ahí que tan sólo a los últimos cursos de técnicos universitarios les haya sido comunicado el caso. Asimismo está previsto que gran parte del alumnado no entenderá algunos de los aberrantes comportamientos, no obstante una vez finalizado el acto, pulsen ustedes el Previ pensando en sus puntos oscuros.

El Subject-Desviacionista sometido a estudio, pertenecía al departamento de técnicos en relación, su expediente era intachable aunque poco brillante, no obstante, una vez introducido en el trabajo desarrolló nuevas teorías que hizo de él, que en poco tiempo fuese merecedor de cargos de gran responsabilidad y colaborador consejero directo en las programaciones masivas. Sorprendió a sus adiestradores, no comprendiendo como no computaron su capacidad para el futuro. Ello fue estudiado y puso en evidencia cierto fallo en el sistema de previsión, de lo que se dedujo que no era perfecto. Un error es un error.

 
Su expediente continuaba siendo intachable, aunque había variado, de ser poco brillante, pasó a ser el mejor expediente de trabajo desde hacía muchos años. En un tiempo record ascendió a las más altas cumbres de la categoría técnica, para ello se le hicieron concesiones únicas y exclusivas.

La capacidad de trabajo que desarrolló durante su permanencia en el departamento, fue el asombro de sus superiores que al principio tomaban tal cosa como orgullo. A pesar de ello y tras deliberaciones y por deseos de él mismo, se dicidió que fuese sometido a un examen fisiológico y bioquímico cerebral exhaustivo.

 
Excepto unos ligeros aumentos hormonales y de composiciones químicas que se estimaron sin importancia, nada llamó la atención de los expertos. Fue recompensado como portador de un posible perfeccionamiento por influencia del medio y de la estructura social.

La capacidad de trabajo fue en aumento hasta llegar a una cima muy superior a la de cualquier otro técnico, pero el rendimiento obtenido de sus cálculos superaba con mucho al de un equipo de técnicos especializados. Todo ello se mantuvo durante tres años, a partir de ese momento, su rendimiento no sólo comenzó a disminuir sino que su trabajo se hacía inservible.

Estados de ansiedad, fué la tónica de su comportamiento así como la investigación constante en trabajos extraños e inútiles con su correspondiente e inaceptable pérdida de tiempo. Es de destacar los accesos y estados de irascibilidad incomprensibles que motivó varios enfrentamientos violentos, de los cuales salió indemne, mientras que los agredidos sufrieron graves golpes. Había rehuido los consejos de su propio departamento y que él mismo había programado.

Todos estos actos se habían sucedido en cortísimo tiempo en plazo de pocos días, lo que hizo que no se tomasen medidas por su comportamiento, se creía que eran estudios personales que tan sólo a él se le permitía. Un día, hubo de ser reducido por la fuerza, sus manos que se cernían como tenazas sobre la garganta de una técnico del departamento con la que había mantenido larga relación. La muchacha casi sin vida hubo de ser rescatada de las manos del Sujet-Desvíacionista mientras enloquecido gritaba hasta la afonía algo incomprensible. Única palabra que logró oírsele durante el resto de su existencia.

La muchacha no ofrecía alteraciones anómalas, se dirigió a su trabajo a las pocas horas como si no hubiese ocurrido absolutamente nada, su rendimiento fue el acostumbrado, lo que prueba que se encontraba en perfecto equilibrio.

El Sujet fue sometido durante cinco días a extensos exámenes, cuyas conclusiones les he ofrecido anteriormente, no obstante ha quedado el estudio incompleto, al poner el Sujet, fin a su vida con un objeto punzante.

Espero señores, continuó diciendo el técnico de la pantalla, que haya sido lo suficientemente claro y explicativo, no obstante les resolveré sus puntos oscuros.

De la universidad central salieron los alumnos sin realizar comentarios que mostrasen variación con respecto a los acostumbrados. Quedaba todavía en el salón una técnico que aunque ya finalizados sus estudios, había acudido a la universidad por interés personal. Pulsaba el Previ una y otra vez buscando respuestas que el Previ no satisfacía. Tiempo después, salía del recinto universitario, totalmente reconcentrada en sí misma. Cómo autómata caminó hasta llegar a lo alto de una pequeña colina hecha parque, desde allí contemplaba las tenues formas humanas y las numerosas luminosidades que se invadían con lo que iba a ser el anochecer.


Largo rato contempló la vista que se le ofrecía, grupos de gentes situándose cerca de ella, veían sin fijarse lo que ella veía. Poco a poco fue perdiendo la noción del tiempo, era otra dimensión en la que se movía, inconscientemente, como buscando una respuesta a su pensamiento en otra parte, dirigió la vista hacia lo alto. La Luna se hallaba en su plenitud, su contemplación le produjo un estremecimiento que la llenó de deseos confusos, deseos inarticulados, jamás pensados. Volviendo en sí misma, se dijo, esto no estaba previsto, y se asustó de tal afirmación ¿cómo ella se atrevía a pensar una cosa semejante?. Reprochó su estupidez.

Se alejó de la colina dirigiéndose hacia su hábitat. Deseaba estar sóla y rechazó todas las invitaciones programadas. Una extraña sensación de ansiedad la invadía, esto era algo inusitado e incomprensible.

Echada sobre el lecho estuvo rememorando el caso del Sujet, su expediente, su complexión, su comportamiento, sus características. Combinó y barajó posibilidades, finalmente se centró sobre su complexión, luego sobre su comportamiento, después ambos a la vez. Sin darse cuenta, se dirigió como impulsada hacia la ventana, la Luna proyectaba su claridad sobre ella, acariciando su cuerpo hasta envolverla en ligeros murmullos que se repetían hasta el infinito.

Al día siguiente, en el departamento de relaciones, todos los técnicos desconcertados, esperaban órdenes de como analizar, estudiar y explicar un caso no previsto.

El cuerpo sin vida de una técnica superior, habla sido hallado en su hábitat.