PETER GOODFELLOW (A PRIVATE COSMOS)

-EL TENIENTE-

En una base de la OTAN, estando yo de suboficial sucedió una curiosa historia, historia que motivó por otra parte la renuncia a mi carrera militar.

En la compañía de soldados españoles había un teniente llamado José Cabezón, pertenecía al cuerpo de infantería. De mediana estatura, presuntuoso, fanfarrón y despótico con el soldado, mientras que con los oficiales tenía una subordinación extrema. En esto podría decirse que era un militar de manual.

Una gran pistola, la de mayor calibre reglamentario permitido, colgaba de su cinturón destacando sus proporciones con su corpulencia. Lo primero al verlo que destaca en él era el arma colgando del cinturón. Los demás militares llevábamos las de menor calibre que el reglamento militar permitía, esta elección era debido a lo incómodo del peso del arma, muchos de nosotros no portábamos arma alguna.

Un día, un soldado que llevaba un tiempo entristecido y deprimido por problemas amorosos, fue amenazado de manera humillante por el teniente cabezón, con arresto y prohibición de salida de la base durante una semana.

El soldado, ojeroso y con el rostro demacrado por sus padecimientos del mal de amores, le respondió con voz tranquila, que él estaba por encima de esas estupideces militares.

El teniente pasó de la amenaza a su realización incrementando el arresto a un mes. El soldado volvió a responderle que se encontraba por encima de esas estupideces militares.

Herido el teniente en su amor propio, herido en el baluarte en que amparaba su prestigio, que no era otro que el temor de sus subordinados, le ordenó permanecer en el calabozo durante todo el mes, y además a realizar todas las guardias nocturnas durante ese tiempo.

Quise intervenir y moderar la situación, pero por no mermar la autoridad del teniente, callé y de ello no paso un solo día del que no me arrepienta.

La voz del soldado volvió a oírse, pero esta vez era más grave, profunda y sus palabras emitían una extraña vibración.

-Le repito que estoy por encima de esas estupideces militares, también puedo asegurarle, siguió el soldado mirándolo fijamente, que allí a donde yo vaya usted vendrá conmigo.

El teniente fue sacudido como si una ráfaga de viento helado le hubiese golpeado la espalda, su rostro adquirió una expresión de temor que sembró de dudas su monolítica decisión.

Poco tiempo después el, soldado era conducido por la policía militar al calabozo, calabozo que abría sus puertas a las noches para que el soldado realizase la guardia.

La cuarta noche, estando yo de suboficial de guardia se escuchó una ráfaga de ametralladora, me dirigí al lugar de los disparos, encontrándome al soldado sin vida, junto a él el arma fusil con el que se había disparado.

Por la mañana el teniente cabezón fue puesto en antecedentes, una mueca de horror contrajo su rostro, permaneciendo todo el resto del día ensimismado. Esa misma noche era él quien ejercía de suboficial en el cuerpo de guardia.

A la mañana siguiente fui informado que el teniente cabezón se había disparado en la cabeza.

En el informe del oficial, las causas de ambas muertes fueron atribuidas a una inadecuada manipulación mientras realizaban la limpieza del arma.

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